jueves, 21 de julio de 2011

EVOLUCION DE LA DEMOCRACIA EN EL ECUADOR PERIODO DESDE LA COLONIA HASTA 1978

El caso ecuatoriano  de evolución democrática implica analizar las distintas corrientes de influencia que han originado las concepciones políticas y democráticas en el país,  en donde no hemos sido demasiado ricos y fructíferos en la generación de ideas exportables, y más bien, sí ha existido una influencia de filosofías extra-continentales, especialmente desde Francia, Inglaterra y la ex Unión Soviética y claro los EEUU, en la concepción de los modelos de Estado que han regido los distintos períodos de la República.
Es posible que el período republicano, que coincide con la consolidación de la ex Unión Soviética y la instauración del mundo bipolar, sea uno de los más profusos en la expresión de un pensamiento político que parta de bases filosóficas y que permita identificar influencias expresamente filosóficas que se han traducido en una concepción política del Estado o del hombre.

IUSNATURALISMO TEOLÓGICO, LIBERALISMO Y CONSEVADORISMO

En la segunda mitad del siglo XVIII se gestaba una pre república ecuatoriana, la monarquía española en decadencia (cuyo afán conquistador se había sustentado sobre las bases de la escolástica, y por ende sobre los fundamentos estructurales de Aristóteles) comenzaba a resquebrajarse en sus fundamentos monárquico-religiosos, merced a las ideas racionalistas provenientes de Francia y sustentadas sobre la base científica racional cartesiana. Dos figuras importantes, en esta pre república, comienzan a desarrollar el ideal iusnatural racionalista, opuesto al iusnaturalismo teológico dominante: Eugenio Xavier Espejo y José María Lequerica. A partir de estos dos exponentes del pensamiento pre republicano, “el ideario ilustrado se presenta como una cosmovisión liberadora fundamentada en un orden político de caracteres democráticos en un sistema económico basado en el libre comercio en una estructura social menos rígida y más igualitaria y en una apertura cultural irreversible” (Malo González, H. (1980) El pensamiento ecuatoriano en el siglo XXI, p. 204 (Colección Historia del Ecuador Vol. 6). Navarra: Salvat Editores).
El paradigma escolástico, pilar de la estructura monárquica del gobierno español, se adecuó fácilmente a los fines de la conquista; la ley humana, en la línea del iusnaturalismo teológico, no tenía independencia: existía en tanto y cuanto se adecuase a los fines de la ley natural, y siendo la ley natural una participación de Dios de la Ley Eterna al hombre, la ley humana se hacía por lo tanto esclava de la ley eterna. Esta estructura jerárquica sostenida por la Iglesia Católica implicaba, entre líneas, la sujeción del poder terrenal al poder divino, del que la Iglesia era representante. De esta manera, cualquier medio estaba justificado para el fin del Estado-Iglesia, y tal como lo sostenía Santo Tomás de Aquino en la “Suma Teológica”, incluso la violencia estaba disculpada en pro de la salvación de las almas, y más aún de aquellas que se suponía estaban en estado de “barbarie biológica” como las de los indios de las Américas.
El punto de ruptura de la filosofía moderna, a partir de Descartes con la escolástica tomista, estribó en la forma en que se admitía el conocimiento, para Descartes, la única proposición sostenible era la de “cogito, ergo sum”, de manera que la admisión de cualquier otro tipo de premisa debía pasar a través del tamiz de la duda metódica, y esto implicaba necesariamente someter las diversas ciencias (entre ellas la política) al rigor del método para llegar, si era posible, a una acción. El tomismo, en cambio, siendo estrictamente descriptivo pues la verdad ya había sido revelada a través de la Ley Eterna y a través de la ley natural, suponía que la tarea del hombre era únicamente adecuar su comportamiento a fines ultraterrenales. Entre ellos, el principio de jerarquía que la Iglesia transplantó a los modelos de Estado se suponía un principio divino que avalaba, consecuentemente, las monarquías teocráticas. Por ello, con el racionalismo se inicia en Francia un proceso de ilustración que culmina desde luego con la toma de la Bastilla y la Declaración de los Derechos del Hombre, en la que las palabras “democracia”, “libertad”, “igualdad” y “fraternidad” tenían una connotación rebelde y sacrílega contra la estructura tomista monárquica y desigualitaria. La Constitución de Quito de 1812, por ejemplo, en plena época de decadencia escolástica (pero aún sobreviviente), reflejaba en su preámbulo los influjos del iusnaturalismo teológico:
“En el nombre de Dios Todopoderoso Trino y uno El Pueblo soberano del Estado de Quito, legítimamente representado por los Diputados de las Provincias libres que lo forman, y  que se hallan al presente en este Congreso, en uso de los imprescindibles derechos que Dios mismo como autor de la naturaleza ha concedido a los hombres para conservar su libertad, y proveer cuanto sea conveniente a la seguridad y prosperidad de todos, y de cada uno en particular”. (Trabucco, F. (1975) Constituciones de la República del Ecuador. Quito: Editorial Universitaria.)
Si, en cambio, analizamos comparativamente el preámbulo de la Constitución de 1830, ya en los inicios de la República Ecuatoriana, veremos claramente que la influencia del iusnaturalismo racional es evidente en la concepción de un modelo de Estado principalmente liberal, y en la concesión de derechos a los particulares que actuaran como un freno al poder absoluto del Estado; en efecto, la Revolución Francesa y las ideas liberales del iluminismo francés fueron una reacción al poder despótico que habían acumulado el Estado y la Iglesia. El racionalismo inaugura, en las ciencias políticas, la ruptura entre los poderes terrenales y los poderes temporales de la Iglesia, ruptura sustentada sobre el principio de igualdad formal ante la ley y avalada por la concesión del poder estatal en la base de la voluntad popular soberana.
El preámbulo de la Constitución de 1830 decía:
“En el nombre de Dios, autor y legislador de la sociedad, nosotros, los Representantes del Estado del Ecuador, reunidos en Congreso, con el objeto de establecer la forma de Gobierno más conforme a la voluntad y necesidad de los pueblos que representamos, hemos acordado la siguiente Constitución del Estado del Ecuador”.  (Trabucco, F. (1975) Constituciones de la República del Ecuador. Quito: Editorial Universitaria.)
Olmedo, Febres Cordero y Roca, quienes actuaron de constituyentes en 1830 y que fueron también gestores de la independencia de Guayaquil, eran eminentes e ilustres masones y a la vez activos impulsores de los cambios.
 El liberalismo francés, volteriano y rousseauniano, debido a que estos también pertenecían a logias masónicas francesas, no era un liberalismo ateo más sí un liberalismo anti católico y anti clerical. Por esto, la Constitución de 1830 permanece con la idea de Dios como “legislador” y “Arquitecto del Universo”, más no otorga a la ley humana una absoluta dependencia de la ley divina.
La primera presidencia de la República del Ecuador del Gral. Juan José Flores fue un producto cultural de la influencia de la época revolucionaria francesa y americana; por lo tanto, el gobierno de Flores fue en teoría el primer gobierno liberal ecuatoriano. Ahora bien, debido a la influencia militar de Flores, cuyo genio y destreza se caracterizaron más bien en el campo de batalla y no en el terreno de las ideas políticas, en la práctica su gobierno se comportó como un gobierno conservador.
La presentación de “El Quiteño Libre” como el principal periódico de oposición al gobierno floriano estuvo marcada por la mano de Francisco Jal, declarado seguidor de las ideas utilitaristas de Jeremías Bentham. Esta es la primera aparición del utilitarismo dentro de la sociedad ecuatoriana; aunque sin mayores connotaciones doctrinarias, la idea del utilitarismo de Bentham aparecerá más tarde, ya en el siglo XX, con mucha fuerza con la aparición de Luis Napoleón Dillon, cuyas ideas se vincularon principalmente en la teoría económica en la difusión del libre cambio y en la búsqueda de una sociedad basada en la suma de los bienestares individuales como el perfecto ideario del bienestar común de la sociedad.
En esta primera etapa republicana, es más bien el primer gobierno de Vicente Rocafuerte el que aparece con un enfoque político de tendencia claramente francesa. La cercanía de Rocafuerte con la nobleza napoleónica en Saint Germain-in-Laie cerca de París, donde cursó estudios, posiblemente haya influido en el conocimiento de las ideas contractualistas de Rousseau, y de ahí seguramente tuvo acceso a otro tipo de contractualistas como Hobbes y Locke. Rocafuerte estaba de acuerdo, políticamente, con un gobierno fuerte al estilo hobbesiano, donde el contrato social aparecía revestido de una necesaria fuerza coactiva que suprimiera las pasiones de los individuos, a través del Estado. Fijémonos que en el Art.2 la Constitución de 1835 (siendo Rocafuerte presidente) aparece por primera vez la noción teórica del contractualismo, primer antecedente constitucional en el cual se establece que la soberanía reside en la Nación y que es por delegación de este poder que las autoridades ejercen el mandato, concepción que claramente se origina en Hobbes y Locke.
La Historia ecuatoriana de las ideas continúa con el marcismo de Olmedo, Noboa y Urbina; al marcismo se lo conoce como aquella etapa de la República Ecuatoriana que abarca entre los años 1845 y 1860 porque sus cinco gobiernos toman en mayor o menor grado, como bandera y programa, la oposición al ex primer mandatario Gral. Juan José Flores. Si una idea constituye la espina dorsal de la tendencia marcista es la de ser una propuesta liberal básicamente anticlerical.
Aunque el escolasticismo había iniciado su decadencia en la pre república, las ideas teológicas buscaron nuevas formas de adaptación a las ciencias experimentales de las nuevas décadas. Así, el clero utilizó  la coyuntura de Taillard de Chardin para intentar conjugar fe y ciencia, aunque las propuestas liberales que se inician a partir de 1830 buscaban principalmente dejar fuera del poder terrenal del Estado al peligroso poder temporal de la Iglesia, que había abarcado hasta ese entonces todos los campos del saber y de las ciencias políticas.
La  antítesis que generó el marcismo se tradujo en el conservadorismo católico científico de García Moreno. Si bien la etapa que inaugura el garcianismo no constituye el regreso al escolasticismo medieval, no hay duda de que García Moreno había diseñado todo su plan político a partir de la reivindicación de los derechos de la Iglesia desde una postura de influencia claramente calvinista. Era asiduo lector de las ideas jesuitas sobre la concepción de Dios, el hombre y el mundo. El y otros de la época aportaron a la creación de una nueva conciencia humana de la religión, no solamente descriptiva sino también investigativa,  que ofrecía construir una sociedad de bienestar general desde la idea divina.
El conservadorismo católico científico de García Moreno buscó un enemigo como idea política necesaria para proponer una solución, y este fue el liberalismo anticlerical. Con García Moreno se abre un período negro para las minorías religiosas: declaró, en el Art. 12 de la Constitución, la oficialidad de la religión católica dentro del Estado ecuatoriano, lo cual en la práctica se tradujo en una persecución violenta de los grupos religiosos minoritarios o no católicos.
Frente a estas dos corrientes antitéticas, en 1875 pareciera que se encumbrara, siguiendo el camino de la dialéctica, una vía ecléctica a la que  se llamó progresismo, es el primer antecedente de un “centro ideológico”, como vía intermedia pero de base, nuevamente, liberal. A diferencia de Rocafuerte, Urbina o Peralta, el progresismo era un liberalismo católico, que principalmente buscaba reformar el conservadorismo absolutista católico del Garcianismo, sin llegar a los extremos de negar a la Iglesia y a la jerarquía como fuente y estructura del Estado ideal; sin embargo, el pensamiento del progresismo se pierde en el campo de la ciencia política tal como usualmente le acontece al “centro ideológico”, entre el contentar a los liberales y el contentar a los conservadores.
La época progresista se pierde en meras estrategias de estadistas como Ventimilla y Borrero, que buscaron mantenerse en el poder a toda costa no importando los medios empleados, incluyendo la dictadura.

POPULISMO, SOCIALISMO, FIN DE LAS IDEOLOGÍAS Y EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

 El siglo XX amanece a la Historia con la revolución liberal de Alfaro. Es cierto que, a diferencia de los otros expositores del liberalismo que pasaron por el Ecuador republicano, el liberalismo alfarista no era un liberalismo académico. La influencia liberal alfarista estuvo marcada por la pertenencia de éste a la masonería; de ahí el carácter laico de la corriente, Cimentada sobre la base de la tolerancia y la igualdad de trato en materia religiosa, el laicismo alfarista es un acercamiento del Estado a la consecución de una ética pública, en la cual se garantiza un marco de igualdad para todos los habitantes del Estado ecuatoriano sin que éste deba tomar parte en una tendencia específica. Dentro del equipo intelectual de este gobierno se puede destacar a Abelardo Moncayo, Roberto Andrade, Gonzalo Córdoba, Juan Benigno Vela y José Peralta.
Posterior a Alfaro, el liberalismo tiene ligeras modificaciones en cuanto a su influencia geográfica; el gobierno de Estrada , por ejemplo, fue una muestra de un liberalismo mercantil, burgués, de clara influencia inglesa y dominado por las teorías mercantilistas fisiocráticas en la línea de Adam Smith.
El socialismo aparece tarde en el Ecuador en el contexto de las teorías de las ideas; en 1907, el socialismo comienza a tomar cuerpo de la mano de figuras como Agustín Cueva Dávila, Belisario Quevedo y del eminente jurisconsulto Víctor Manuel Peñaherrera, tres intelectuales que emplean los estudios sociológicos como un instrumento adecuado para abordar la realidad nacional con base en las teorías dialécticas marxistas. Por su parte, Pío Jaramillo Alvarado, con su libro “El indio ecuatoriano”, publicado en 1942, marca un hito en la historia de las ideas del país pues es el primero en plantear la realidad ecuatoriana en la perspectiva indigenista, desde la funcionalidad social de los indígenas en la estructura democrática del país. Pero no es sino hasta 1940 que se da el período de mayor brillo del socialismo ecuatoriano, que logra despertar un gran entusiasmo en los sectores juveniles  universitarios, entre otros consta Alfredo Pérez Guerrero.
La línea dura del socialismo la encabezan Manuel Agustín Aguirre y Julio Moreno, sin embargo eran principalmente anti-filósofos, ya que negaban la posibilidad de que existiera un pensamiento filosófico propio en el ámbito ecuatoriano. La línea del socialismo democrático ecuatoriano asume casi en su totalidad la tendencia del marxismo pro-soviético, y muchas veces cayó en el error de transplantar sistemas filosóficos complejos a la realidad nacional, con la consecuente anulación total de un pensamiento propio generado “hacia fuera”,  no importado “hacia adentro”.
 Tal vez una de las corrientes políticas que mayor impacto haya tenido en Latinoamérica y que echó raíces en Ecuador es el populismo. Pero la historia del populismo puede resultar una paradoja dentro del pensamiento ecuatoriano y latinoamericano, pues no es una idea fija, no parte de un sistema teórico, estructural, sino que es más bien resultado de las coyunturas sociales inconformes ante los postulados tecnocráticos del liberalismo y la complejidad del pensamiento marxista leninista como una expresión del proletariado y del pueblo oprimido. ¿Cuál es la causa, entonces, por la que el populismo surge como una ideología de masas? La respuesta, como otras, la encontramos en un análisis histórico de los fenómenos políticos como fenómenos del lenguaje: por una parte la forma como la izquierda política irrumpe en el panorama político en su núcleo duro, es elitista. Una elite lingüística es la que diseña el programa de acción del proletariado; a pesar que el marxismo-leninismo, y luego las subsiguientes ramificaciones del marxismo, proponen una reivindicación de lo popular (proletariado, subproletariado, hombre medio-burgués), éste, desde un principio permanecía ajeno a la idea del pueblo, porque sus discursos eran simplemente incomprensibles.
Por otra parte la ideología liberal, el capitalismo y el neoliberalismo también auspiciaban un discurso bastante alejado de los conceptos populares económicos. Aunque el lenguaje liberal es básicamente económico, en oposición al lenguaje socialista que es fundamentalmente político-filosófico, el liberalismo siempre ha incurrido en un lenguaje excesivamente técnico (tecnócratas) para la soberanía popular.  Visto así el panorama del lenguaje político, era obvio que una creciente masa de votantes, a quienes se les había dicho ser agentes directos de manifestación del poder, se sintieran cada vez más y más incongruentes con su función, porque el lenguaje empleado por quienes representaban su exteriorización como ente soberano era irrepresentable e irreproducible en ellos mismos.
Consecuentemente, así como un camaleón y debido a que no poseía  una axiología estructural que lo identificara, se ve al populismo (a partir de Velasco Ibarra) como una ideología de política práctica, y como tal se lo encontraba aliado tanto a la Derecha como a la Izquierda. Velasco Ibarra representa, por ejemplo, un tipo de populismo con tendencia socialista. En la antítesis, Asaad Bucaram representa un populismo de tipo conservador, más vinculado a las ideas de la Derecha.
El populismo, heredero de la razón instrumental y estratégica, vuelve a aparecer en ambos “lados” ideológicos, izquierda y derecha, en los gobiernos de Febres Cordero y Abdalá Bucaram. No hay, desde luego (más allá de la puesta en marcha que planes económicos de gobierno), un antecedente ideológico que los justifique como portadores de una tendencia política real. El social-cristianismo da claras muestras, tanto en la presidencia de Camilo Ponce como en la de Febres Cordero, de ser una tendencia populista con tintes regionales (Quito-Guayaquil), pero la idea conservadora originaria sigue sin cambios o alteraciones. Bucaram, junto con Velasco Ibarra, conforman la dualidad populista-socialista entendiendo que Bucaram, habiendo proclamado su gobierno como social demócrata, y partiendo sus lineamientos del gobierno de Jaime Roldós, se proclamaba a sí mismo como una derivación o consecuencia atenuada de la ideología de éste. El intento Roldosista evidentemente fallido debido a su prematura muerte, y el intento Borjista, que paradójicamente se origina en el liberalismo, no lograron concretar el ideal de un modelo de Estado social de bienestar.
Por su parte, Osvaldo Hurtado y Jamil Mahuad, en la política ecuatoriana son dos ensayos del influjo de las ideas políticas alemanas a través de la tendencia demócrata popular, la reconstrucción del partido de los “verdes” o al menos su intento no pudo vencer el poder de desgaste de sus propios afiliados y representantes.
 A inicios de la década de los 80 cae el Muro de Berlín, y con él se derrumba la utopía socialista que dio origen. La izquierda ecuatoriana parece que no se entera de ese hecho histórico, pues sus propuestas no han variado, sus caudillos no han caído en cuenta de la necesidad de formar sus cuadros para el único fin de la política “conquistar el poder” y en ese desfase histórico, ellos y todos los demás caudillos políticos actuales han provocado la aparición  de apóstoles de izquierda sin currículum que han aprovechado muy bien la debilidad global del entorno político ecuatoriano.
¿Qué pasa entonces con las ideas políticas del Ecuador del siglo XXI?, la política ecuatoriana se encuentra ante un ciudadano que ya no piensa en función de la bipolaridad ideológica, sino  que piensa únicamente en función de los beneficios que le puede conceder una u otra propuesta.
Si recorremos el panorama del pensamiento ecuatoriano actual, veremos que hay tres ejes sobre los cuales se está centrando todo el análisis político ideológico: la globalización, la antiglobalización y los conflictos regionales-continentales. En la tendencia  pro-globalización se encuentran agrupados los organismos vinculados con la producción y el comercio en el Ecuador, y con el resurgimiento de un grupo de intelectuales de clara tendencia utilitarista. En cambio, el socialismo ha visto una salida a sus ideas caducas a través de la oposición ideológica que genera a la globalización. De por medio es claro que se encuentra el discurso de los derechos humanos como una posición intermedia que propugna fuertes modificaciones a las estructuras legales y judiciales en aras de la defensa de grupos vulnerables, como mujeres, niños, afroecuatorianos, jóvenes, etc.
Por último, es innegable que los conflictos regionales-continentales, en ésta la época más evidente de la inmigración, están haciendo sucumbir las bases de los Estados, empujándolos  hacia el retorno de los Estados-Ciudades.

EL ECUADOR DE HOY

El telón de fondo en Ecuador siempre ha sido que tanto las relaciones sociales como las políticas estuvieron determinadas por dependencias personales. Es una sociedad en la cual la organización burocrática obedece a relaciones jerárquicas, y donde el rol del individuo está definido por ‘posición’ más que por sus atribuciones como tal. Este fenómeno frenó el desarrollo de una institucionalidad que estuviera por encima de lo coyuntural y personal. Todavía hoy, la comunidad ecuatoriana se caracteriza por funcionar sobre la base de relaciones personales que pueden ser usadas por los actores sociales.
En Ecuador, el funcionamiento diario de las dependencias estatales nunca logró ser ‘impersonal’ o práctico. Operaban según clan político, relaciones familiares, según si quien llegaba al despacho era un amigo, o un amigo de un amigo, o tan sólo un desconocido; también según el estatus socioeconómico del cliente, la familia a la que pertenecía, su poder o el poder de sus amigos. Los trabajadores estatales eran gente que, por el período de un gobierno, estaban dentro del poder, dentro del lugar donde fluye dinero o más ‘puestitos’ para los familiares. Trabajar dentro del Estado era y sigue siendo, en gran medida y para las mayorías, usufructuar esa posición mientras dure.
En el nivel político-ideológico, Ecuador tiene fuertes rasgos de clientelismo mucho más fuertes que en otras regiones. No existe, entonces, una tradición de 'ser representado' por ciertos partidos o corrientes políticas en el Ecuador, hubo y hay poca afinidad ideológica o afectiva entre corrientes políticas y posiciones socioeconómicas de sectores de la población, la relación con lo político es “una relación con alguien, no con algo”. La interacción entre partidos y sectores electorales, como todo el universo social de Ecuador, depende de relaciones personales; no es el programa o la doctrina de un partido lo que convence, sino la personalidad de su líder.
El 26 de noviembre de 2006, Rafael Correa ganó la Presidencia de la República, sustentado en propuestas de dos campos de posible acción: la reforma política y la reforma económica. Los dos campos prioritarios y con  un horizonte de confrontación que posibilitaron la propuesta y triunfo – categórico – de la Asamblea Constituyente de Montecristi.
La nueva Constitución proclama al Ecuador como “Un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico”.
La columna vertebral del Ecuador se proyecta plenamente participativo con innovaciones conceptuales importantes sobre ciudadanía, corresponsabilidad en el ejercicio del poder, contratación pública, buen vivir y participación política.
Está clara la intención del régimen de fortalecer el papel del Estado, tanto como regulador como generador de procesos de redistribución de la riqueza, de fortalecimiento de la infraestructura estatal en casos como el petróleo, la electricidad, las comunicaciones y de la apertura de recursos para la producción de los pequeños y medianos productores; y la animación de una política selectiva y consecuente con las prioridades del país (según el régimen) en materia de gestión de la deuda externa.
La Constitución de Montecristi marcó la cancha del juego democrático en el Ecuador  del siglo XXI; las elecciones generales del 2009 definieron la lista de los protagonistas y ahora el proceso de consulta y referéndum 2011 impuso nuevas reglas al funcionamiento del Estado, otorgando un “poder inusual” al ejecutivo.
Ya veremos que sucede…

Publicado por: Arturo Cabrera Peñaherrera

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  •  Burgwal, Gerrit; Álvaro Sáenz. 1997. “¿Planificación comunitaria versus clientelismo político? El caso de Quito”. Ponencia LASA, Guadalajara, México, abril 17/19.
  • Bustamante, Fernando. 1997. “¿Qué democracia? Una aproximación a los problemas de la gobernabilidad y la democracia en el Ecuador de fin del milenio”. Ecuador Debate (Quito).
  • Calderón Fernando. 1995. Movimientos sociales y política. La década de los ochenta en Latinoamérica. México: Siglo XXI.
  • De la Torre, Carlos. 1996. Un solo toque: populismo y cultura política en Ecuador. Quito: CAAP. 
  • De la Torre, Carlos. 1998. “Populismo, cultura política y vida cotidiana en Ecuador”.
  • Felipe Burbano, El fantasma del populismo. Aproximación a un tema (siempre) actual. Caracas: Nueva Sociedad, pp. 131-148.
  • Pachano, Simón. 1996. Democracia sin sociedad. Quito: ILDIS.
  •  Sosa Meza Jorge. Perspectivas de una historia de las ideas políticas en el Ecuador. 2007 – Quito. (ponencia para el Congreso de Historia).



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